El amor
El amor es una presencia de fondo,
no es un sentimiento sino una actitud. Es la aceptación incondicional y
agradecida del otro tal y como es.
Es “te tomo tal y como eres.
Gracias por haberme sido regalado. Gracias por ser como eres.”
Aprendemos el amor con los padres.
Todo lo que nos separe del amor incondicional a los padres se interpondrá entre
nosotros y los demás. Si hubo “movimiento interrumpido del amor” hacia el padre
o la madre, lo habrá también hacia la pareja.
El amor se aprende y se repara con los
padres. Cuando nuestro amor hacia los padres fluya, fluirá también hacia los
demás.
El enamoramiento es ciego, no
permite ver a la otra persona, sólo vemos lo que necesitamos, lo que
proyectamos. El enamoramiento es un impulso que no podemos controlar, que viene
de lejos, viene de la necesidad de nuestro sistema familiar de sanar o
compensar algo gracias a ese otro que nos atrae.
Luego con el amor a segunda vista la
persona, por fin, ha descubierto como es la otra persona: alguien tan
imperfecto como ella misma, que no se corresponde para nada al ideal de pareja
que se había forjado. En el fondo ese ideal es siempre una proyección de la
madre, ni siquiera de la madre que hemos tenido, pero sí de una madre ideal…
El amor a segunda vista es un amor
adulto que toma al otro como es, y a mis necesidades como son. Y parte de estas
necesidades podrán ser cubiertas por la relación, y gran parte no… Yo seguiré
siendo responsable de mis carencias y de su sanación.
Las tres palabras claves del amor en
la pareja son: sí, gracias, por favor.
Sí, te quiero y te
tomo tal y como eres,
Gracias por ser como eres, gracias por todo lo que me has dado,
Por favor, te necesito.
Gracias por ser como eres, gracias por todo lo que me has dado,
Por favor, te necesito.
Lo que mata al amor
Querer cambiar a nuestra pareja, o
desear que cambie es faltar al amor y al respeto. Es el germen de la
separación.
Idealizar a alguien es faltarle al
respeto.
Los ismos matan el amor. Machismo y
feminismo tienen un objetivo: el poder sobre el otro. No permiten que se
desarrolle el amor, lo persiguen como a un enemigo. Y en efecto si hay
amor no hay postura de poder.
Cuando entramos en rivalidad de
poder con la pareja, estamos sembrando la semilla de la separación. Hemos
entrado en un juego de manipulación, estamos ciegos y sin amor. No alcanzamos a
ver a la otra persona. Estamos en el pasado, viviendo un rencor, resentimiento
o venganza del pasado, de nuestra infancia o de nuestros ancestros. Proyectamos
un antiguo patrón destructivo sobre nuestra pareja, no la vemos ni la queremos
querer.
Bert
Hellinger