Pocos entre nosotros han mirado a su madre de cerca.
¿Quién puede decir que ha visto a su madre, realmente visto, así como es?
Haré con ustedes un ejercicio, cómo mirar a nuestra madre, cómo aprender a
mirarla. Cierra los ojos.
Nuestra madre fue niña una vez, igual que nosotros. Tuvo padres, nacida
en una familia determinada, con sus destinos particulares, que a ella la han
afectado y formado. A veces, alguien murió demasiado pronto, tal vez la madre o
el padre o un hermano. O quizá estuvo alguien muy enfermo y todos se han
preocupado. De niña ella también se preocupó y quizás dijo: estoy dispuesta a
hacerme cargo de esto para que a otro le vaya mejor. Ya de niña fue acarreada
por un destino ajeno.
Así la miramos. Y de repente nos percatamos de lo siguiente: nuestras
expectativas o nuestras pretensiones con respecto a ella ignoran por completo
lo que su alma ha movido, lo que su alma ha tomado de ella a su servicio para
otro propósito. ¡Qué extraño resulta entonces el exigir y desear interiormente,
y decirlo también, que ella esté totalmente aquí para nosotros, que no piense
en nada más que en nosotros! ¡Qué pobres somos pues en nuestra alma! ¡Qué
alejados del amor y de la felicidad!
Lo primero que nos queda por hacer es mirar a nuestra madre cómo a una
mujer corriente con una historia, con una larga historia por parte de su
familia. Esta historia la ha hecho humana, es decir imperfecta y justamente
esta imperfección la hace especialmente bonita y simpática.
El comienzo de la felicidad es poder ver a nuestra madre con su humanidad
y quererla tal como es. Entonces prácticamente nada se opone más a la
felicidad.
Esto es el comienzo de la felicidad que permanece.
La madre es la relación divina más grande para nosotros, no tiene la
menor importancia como sea ella. Cómo madre es una revelación divina y nosotros
nos quedamos frente a ella con devoción.
Y la vida detrás de la madre.
¿Cuál es su rostro?
Es el rostro de DIOS
El rostro de la vida detrás de nuestra madre es el rostro de Dios.
Ambas, la vida y la madre, son una grandeza inconmensurable.
Y nosotros como criaturas, en sintonía con nuestra madre y con la vida,
nos hacemos grandes, con una grandeza indoblegable en el AMOR
En el amor grande.
BERT HELLINGER
Noble Anam Cara
maravilloso... gracias!
ResponderEliminarGracias María!!
EliminarNoble Anam Cara
😍
ResponderEliminarGracias!!
EliminarMaravilloso, en verdad. Es una gran tarea de comprensión y meditación. Sólo que me encuentro en desacuerdo ante la afirmación "es el rostro de Dios". Podría ser palabras de mucho peso para la madre y fácilmente se estigmatizaría una imagen nueva sobre de ella.
ResponderEliminarGracias!!
ResponderEliminarDemasiado hermoso y sublime...
ResponderEliminarEXCELENTE Y MUY INTERESANTE
ResponderEliminarOtra mirada,sin rencores,puro amor,gracias
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